Neptuno y la Via degli Dei

La llaman "Via degli Dei" porque conecta cuatro picos de los Apeninos con evocadores nombres mitológicos: Monte Adone, Monte Venere, Monte Giove (hoy Monzuno) y Monte Luario. La ruta conecta Bolonia con Florencia a través de caminos rurales, antiguos senderos etrusco-romanos (incluida la Vía Flaminia Militare, la carretera transapennínica romana) y estrechos caminos de herradura.

Caminamos siguiendo las líneas de las crestas, sumergiéndonos primero en bosques de hayas y castaños, para luego emerger en vastas praderas sin fin, con continuos sube y baja. A nuestro alrededor, solo el enigmático horizonte y el espíritu de la montaña que parece observarnos tranquilamente desde la distancia.

Entre los nombres de las deidades que nos guían en este viaje por el norte de los Apeninos, pensé que faltaba uno. El más importante, quizás: el punto de inicio y de fin de la ruta.

En el arte figurativo, tiene la apariencia de un hombre vigoroso y atlético, pero en la mitología griega y romana es el Dios de las aguas, los mares y sus movimientos tumultuosos: es el Neptuno romano, Poseidón para los griegos, quizás el más impetuoso y colérico de todas las deidades. Hermano de Júpiter (el griego Zeus), con su tridente era capaz de desatar la furia de las aguas o calmarlas según su voluntad precisa.

Es la escultura del dios Neptuno la que destaca en el centro de dos fuentes, una en la Piazza Maggiore, en Bolonia, el punto de partida del viaje, y la otra en la Piazza della Signoria, en Florencia, la línea de meta. Obras de diferentes artistas, pero unidas por la historia, por la corriente artística que las produjo (el llamado "manierismo") y hoy, también, por este evocador viaje.

La Fuente de Neptuno en Florencia - también conocida como el "Biancone" por la blancura del mármol utilizado para su realización - es obra del escultor florentino Bartolomeo Ammannati. Comisionada por Cosimo I de Medici en la década de 1560, representa el dominio de Florencia sobre los mares y el gobierno de las aguas del Gran Ducado.

Entre los que participaron en el concurso organizado por Cosimo I para la realización del Neptuno de Florencia se encontraba, entre otros, Giambologna: el escultor flamenco que no consiguió la comisión en Toscana, pero que en cambio obtuvo un gran éxito en la actual capital de Emilia.

De hecho, fue la otra fuente de Neptuno, en Bolonia, la que hizo justicia a las extraordinarias habilidades escultóricas del manierista Giambologna. Aquí, la majestuosa figura del "Gigante" que domina la Piazza Maggiore se ha convertido en el tema de una divertida anécdota: parece que, para dotar a Neptuno de dimensiones íntimas comparables a su grandeza divina, y sin ser desaprobado por la Iglesia, el escultor utilizó un brillante juego de perspectiva, por el cual el pulgar de la mano izquierda, al ser visto desde un ángulo particular, alude explícitamente al órgano genital erecto del Dios.

Hoy, caminar por la Via degli Dei reduce las distancias entre dos obras geográficamente lejanas pero idealmente cercanas, tanto en la iconografía como en la corriente artística que las produjo.

Ammannati y Giambologna, el italiano y el flamenco, con su Neptuno, se convierten en depositarios de una forma diferente de conocer, de arte, ciertamente, pero también del mundo en general: esa de superar fronteras, acortar distancias —especialmente las del pensamiento— y construir una identidad común.

Porque ese es el más alto propósito del viaje, o al menos eso es lo que me gusta pensar.