La Magna Vía Francígena no es un viaje ni unas vacaciones, es un "viaje" de descubrimiento que, como una flor silvestre en ciernes, se abre lentamente para revelar un corazón vibrante, colorido y perfumado. Deje atrás las bulliciosas ciudades llenas de arte y los yacimientos arqueológicos que bordean las costas de Sicilia y, paso a paso, pueblo a pueblo, atraviese una de las últimas fronteras de Italia. Deje a un lado su zona de confort, dé la bienvenida a lo casual, inesperado y poco ortodoxo. Asómbrese mientras esta isla poco conocida pero querida y controvertida se muestra ante usted.
La fuerza de la Magna Vía reside en los vastos paisajes abiertos y en la gente que vive aquí. Permítame que le hable de las personas que encontrará: El joven Totò, que te cautivará con su entusiasmo y filosofía, el carisma y la energía de Giuseppe son tan contagiosos que no querrás marcharte. Francesca deleitará tus sentidos con su famosa tarta casera de mermelada "crostata" y, por supuesto, el "Professore", ya que vive y respira la historia de la ciudad y te contará todos sus cuentos y secretos.
Esta ruta histórica es la conexión de los dos grandes puertos del pasado: Agrigento y Palermo, un sistema de "Trazzere" (antiguos caminos de grava) que unían todos los pueblos del interior.
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